Si hay un monumento a destacar en Campo Real es la iglesia Parroquial de Santa María del Castillo. Declarada Monumento Histórico Artístico en 1981, esta impresionante construcción se divisa a kilómetros de distancia y su privilegiada situación sobre un risco que domina el pueblo hace que, dependiendo del lugar desde donde la observemos, pensemos que está levitando sobre los campos. Con una mezcla de los estilos gótico, renacentista y barroco, su origen se debe a un castillo-hospital de la Orden Hospitalaria.

La nave central está precedida por dos impresionantes torres que se alzan hacia el cielo y que sirvieron durante la Guerra Civil como punto de vigía sobre el antiguo aeródromo. Entre ellas se abre la gran portada principal, un arco de medio punto con una hornacina en la parte superior con una virgen en piedra. A sus pies reposa el escudo de la villa con la inscripción “Turris David” y la leyenda “Terribilis ut castrorum aces ordnata”, una cita en latín del ‘Cantar de los Cantares’ que significa “terrible como un ejército en orden de batalla”. Ya en el lateral derecho, orientado hacia el sur, se sitúa el pórtico de entrada al templo.

Antiguo castillo

Las primera referencias bibliográficas que se conservan de la iglesia son relativamente recientes, apareciendo mencionadas en las Relaciones Topográficas de Felipe II, donde se apunta que el templo  era "antiguamente era un castillo", así como que contaba con "un aljibe empedrado de ladrillo donde se recogía todo el agua que caía de los tejados".

Para su construcción se usaron los restos del castillo hispanoárabe que se levantaba en este lugar (de hecho, la iglesia se halla rodeada por los restos de la muralla de esta fortaleza), una relación ésta entre el templo y el castillo que se vio confirmada tras los hallazgos aparecidos en el año 1976, cuando el Ayuntamiento realizaba obras en los depósitos de agua, entre los que se vieron restos humanos dispersos y trozos de ladrillo cocido y de cerámica. Pero lo más significativo fue la aparición de una escalera que descendía unos tres metros hasta una dependencia subterránea con suelo de baldosas de ladrillo cocido y fragmentos de pintura roja en algunas zonas de las paredes: todo indicaba que era el aljibe. Además, en los alrededores de la iglesia se han hallado distintos pasadizos que conducen al lugar donde hoy se alza el templo.

Perdida su función como fortaleza tras la Reconquista, sus muros sirvieron a principios del siglo XIV para, junto con la construcción de mampostería, formar la nueva iglesia de Campo Real, que sería consagrada el 10 de febrero de 1333 por Don Jimeno de Luna, Arzobispo de Toledo, bajo la advocación de la Asunción.

De aquella primitiva iglesia sólo ha llegado a nuestros días la actual sacristía (que entonces debió ser una capilla, quizás funeraria), de planta cuadrada y que cuenta con dos ventanas de arco de medio punto y una cubierta formada por dos bóvedas de crucería estrellada.

Reformas en el siglo XVI

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Será a mitad del siglo XVI, concretamente en 1543, cuando, tras derribar gran parte del antiguo templo, se realice la primera ampliación de la iglesia, de la cual se ha conservado hasta hoy la cabecera, con unas amplias dimensiones y estilo gótico tardío, como se puede observar en las bóvedas y en el arco apuntado, además de algunos elementos renacentistas, como son las basas, pilares y capiteles de la cabecera, la pila bautismal y la puerta por la que se accede a la sacristía.

Contaba entonces con una sola torre, levantada a partir de 1576 por el maestro de cantería Hernando de Pineda, la cual cayó sobre el templo en el año 1647, destruyendo gran parte del edificio, momento a partir del cual comenzó a reconstruirse siguiendo las trazas de Felipe Lázaro de Goiti, maestro mayor de obras del Arzobispado de Toledo, siendo los encargados de dirigir los trabajos Lorenzo Pérez de Urías y el maestro de cantería Miguel de Collado.

Más tarde, en 1659, adquiría el aspecto con el que actualmente la conocemos, con sus dos fuertes torres, las tres naves y el coro. La nave central se cubre con una bóveda de cañón, que cuenta con arcos fajones y lunetos que permiten la entrada de luz.

La mayor parte de la decoración interior fue destruida durante la Guerra Civil Española y antes por el Ejército Francés de Napoleón, aunque en menor medida. Ejemplo de ello era el retablo mayor, dedicado a la Virgen del Castillo; datado de finales del siglo XVII, fue realizado gracias a las aportaciones de los vecinos de Campo Real, así como de los Condes de Oñate. Tras su pérdida, y al concluir la guerra, se pintó en el muro de la cabecera un Calvario que, finalmente, ya en el siglo XX, desapareció cuando se picó el paramento para dejar al descubierto la mampostería de la cabecera. Contaba el templo con cuatro retablos más, dedicados a Nuestra Señora del Rosario, Nuestra Señora de la Concepción, San Diego y San Blas. Destruido fue también el órgano barroco.

La iglesia tiene también una cripta funeraria que hoy permanece oculta bajo el suelo actual y a la que en su día se accedía por una entrada que se hallaba en la pared donde ahora está el retablo de la Inmaculada. En ella, se hallaban los enterramientos de los Condes de Oñate; sin embargo, nada se sabe de los restos funerarios.

Siglo XX

Acabada la Guerra Civil, hubo que reparar los profundos daños ocasionados. Se comenzó, en 1940, con el pavimento, al que se echó una gruesa capa de hormigón para, sobre ésta, colocar las nuevas baldosas. En el altar mayor, se colocó un sagrario donado por los talleres de Arte Granda. En 1943, Doña María González Alonso da unas imágenes de los Sagrados Corazones de Jesús y María que se pondrían a ambos lados del altar mayor. Ese mismo año, en el mes de octubre, se realiza el retablo de San José, obra del escultor Lucio Moreno Gordo. El retablo de la Virgen del Pilar sería una donación de Don Manuel Pastor, mientras que la imagen de la Inmaculada Concepción lo sería de Don Antonio Gómez Martínez.

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En 1978, se llevó a cabo una restauración que afectó tanto al interior como al exterior de la iglesia: se fijaron los nervios de la bóveda de la cabecera, lugar en el que se suprimió la pintura mural para dejar la piedra vista, en la que se colocó un crucifijo; y se repararon los tejados, las cubiertas y los soportales del pórtico. Más adelante, en 1996, se consolidaron los cimientos del templo y se colocaron las rejas del pórtico.

A la innegable riqueza del patrimonio histórico-artístico de la Iglesia de Nuestra Señora del Castillo se añadieron en 1993 doce estatuas de los apóstoles obra del escultor Ángel Lamiel que rodean el muro de piedra en torno al tiempo y que custodian la ascensión por el empinado camino que lleva a la iglesia.

 

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